miércoles, 25 de marzo de 2009

La punta de los venados


Los olores de la infancia, el bullicio de la adolescencia, los sabores de los primeros amores, la suavidad de las manos mansas, la vista nublada por las lágrimas, el recuerdo de los viejos.

Mi calle de tierra, el descampado, el Shopping. Una dirección desconocida, la locura, mi barrio. Las vecinas de enfrente, el rubiecito de al lado, la escondida, la mancha, el tejo, el asalto, los primeros lentos.

El boliche de los viernes, las noches en carpa, la luna sobre el lago, el rasguear de una guitarra.

Las mañanas en la escuela, las indignas monjas, por fin la educación pública, los compañeros del curso, los docentes sin corbata, los desaparecidos. Las rateadas en grupo, las pre-horas trasnochadas, los recreos de la mano.

Los amores no correspondidos, los besos descarados, las pasiones adolescentes, las hormonas alborotadas, las incontables borracheras, el vino en caja.

Los amigos, la tonada, la peña con empanadas, la avenida, la plaza con próceres a caballo, la iglesia. Las calles angostas, las veredas sin árboles, las casas despintadas. La montañas de fondo, las noches estrelladas, la luna llena.

La alegría de los regresos después de varios meses de ausencia. En fin… Son innumerables los recuerdos que me llevan a mi pago, así es San Luis de Loyola de la punta del venado de la nueva medina del río seco.

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