viernes, 27 de junio de 2008

La nada .... el todo


Mis encuentros, tus desencuentros, mis miedos, tu valentía. Tu timidez, mi histrionicidad, tu exigencia, mi pereza, mi humildad, tu egocentrismo, tu espejismo, mi sensatez, tu ansiedad, mi cautela, mi rutina, tu aburrimiento, mi sueño, tu vigilia. Mi bondad, tu dulzura, mis besos, tus caricias, mi inocencia, tu experiencia, mi racionalidad, tu irraciocinio. Mis persuasiones, tus excusas, mi soledad, tu compañía, mi mal humor, tu sonrisa, mis enojos, tu risa.
Las cosas en común, las cosas que nos separan, tus hobbies, los míos, tus locuras, mis locuras, nuestras locuras. Tu pasado, mi presente, nuestros futuros, mis tiempos, tus tiempos, nuestros tiempos.
Tus suspiros, mis preguntas sin respuestas, tu silencio, mis dudas. Tu olor, mi recuerdo, tus manos grandes, mi necesidad de caricias, tus ojos verdes, mi amplia sonrisa. Tus pelos desordenados, mis manos inquietas, tus fuertes brazos, mi espalda diminuta, tus dedos largos. Tu respiración fuerte, mi sueño liviano, tus abrazos apretados, mi corazón que late. Lo desconocido, lo nuevo, las formalidades, los descuidos. Los amigos en común, los que no conocemos, las anécdotas. La nada.... el todo...

jueves, 12 de junio de 2008

Con tu traje de malaquita y tu paso tan audaz.

La tortuga argentina mas famosa es y será Manuelita y esta bien que así sea. La canción de María Elena marco un hito en el cancionero infantil argentino. Pero yo conviví con otra tortuga, y esta, afortunada y originalmente, no se llamaba Manuelita, sino Lupi. Bautizada así por su dueña María Victoria que en ese momento tenia aproximadamente unos 3 o 4 años.

Lupi, era una pequeña tortuga de agua que habitaba una pecerita cuando se fue a vivir con Montse (tía de M. Victoria) y conmigo (que en ese momento compartíamos un dpto. en Nueva Córdoba), ya que María Victoria había dejado de prestarle la atención y los cuidados necesarios.
A pesar de mi escepticismo por los animales en general y mucho más si estos sólo comen y duermen, aprendí a convivir con el sujeto, que cada ves se iba haciendo más y más grande hasta que hubo que mudarla de la pequeña pecera a una de 5 ambientes con dos baño, piscina y varios metros cuadrados de vidrio reforzado.

La tortuga formaba parte del decorado del departamento y a pesar de que su dueña sustituta (Montse) ya no lo habitaba, seguía allí, inamovible. Pasaron muchas personas por ese lugar y se encariñaron con ese sujeto verde. El último personaje con el que convivió fue con Marbela. Con ella vivió muchos meses, hasta que sucedió la tragedia.

Yo tenía entendido que la esperanza de vida de una tortugas era de muchos años, los suficientes como para enterrar varias generaciones humanas. Según la película Buscando a Nemo, vive unos 400 años. Esto si no son atrapadas por el stress, el desamor, los problemas del campo y el desabastecimiento, la inflación, la falta de combustible, etc., no sabemos cual de todos estos males llevo a la tortuga a semejante determinación, porque no hemos podido hablar aún con su psicólogo para que determine las causas, pero sabemos que ya no esta entre nosotros.

Se suicido, sin haber conocido París, sin haber nadado en el atlántico, sin haber conocido al tortugo que paso, sin los spa-tintorerías mas caros de Europa para tortugas (que la pintan con barniz y planchan en francés del derecho y del revés), nunca uso peluquita, ni botitas en los pies, NUNCA PERO NUNCA VIVIÓ PEHUAJÓ!!!!

La Lupita vivía en Nueva Córdoba, pero un día se marcho…

martes, 10 de junio de 2008

Malas Compañías

La soledad siempre fue mi compañera inseparable, mi aliada mas fiel, mi amante. Yo a veces cometía infidelidades con un tal olvido, es que por ahí la monotonía me aburría, pero siempre volvía cabizbaja a buscar consuelo en la almohada que tantas noches compartimos.

Así pasaron muchos años, todos los que la vida me ha regalado hasta ahora. A pesar de sentirme bien con mi soledad, siempre tenía la esperanza de poder despojarme de ella, de poder arrancarla de mi vida, de poder compartir aquella almohada con alguien de carne y hueso.

Los intentos por conseguir aquello fueron numerosos y devastadores. La esperanza apenas ha subsistido a tremendas decepciones, pero sigue ahí, débil, sin fuerzas, con los últimos suspiros, pero con la certera convicción de que conseguirá su cometido.

Y aqui estoy, tratando de darle fuerzas necesarioas e intentando ayudarla a llegar a la meta.